6/27/2008

José

Se alegró José en su corazón porque, sin confesarlo, le intimidaba la idea de tener que enfrentarse a solas con su mujer, por aquel su modo particular de estar ahora, con los ojos bajos, es cierto, según manda la discreción, pero también con una evidente expresión provocativa, la expresión de quien sabe más de lo que tiene intención de decir, pero quiere que se le note. En verdad, en verdad os digo, no hay límites para la maldad de las mujeres, sobre todo de las más inocentes.

Fragmento de El evangelio según Jesucristo, de José Saramago.

1 comentario:

  1. no hay límite para la maldad de las mujeres... me gustaría pensar que no.

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