4/05/2014

Estigma

Todos estos jóvenes que no pueden ser autores y protagonistas de su obra devienen espectadores del propio drama, donde lo importante parece estar escrito, y el desenlace es tan previsible como doloroso. Sin lugar para la ficción, entonces, la realidad es una condena. En los márgenes, la vida se estrecha: de un lado está lo inaccesible; del otro, el abismo. El presente no tiene mayor sentido para quienes no pueden percibir el futuro como un abanico de posibilidades, un enigma, un desafío. Los/as jóvenes, como sus mayores, han perdido la esperanza; a lo sumo, creen en promesas. Y cuando se apropian del mensaje de que sus vidas no valen nada y se drogan y son violentos, el problema son las adicciones y la inseguridad. Y si no sucumben y aguantan, son 'marginales' y, por eso mismo, una amenaza, un riesgo.

"Los jóvenes -señala Reguillo Cruz (2004)- han sido convertidos en relato expiatorio y en el 'enemigo' del orden social; en gran medida por la acción de los medios de comunicación, que han venido satanizando a los jóvenes, pero no a los jóvenes como categoría social (que no existe), sino a ciertos jóvenes, a los jóvenes pobres en concreto". Ocurre que, en una sociedad devastada, fragmentada y temerosa, "la estigmatización, la demonización, la victimización, aunados a la descalificación de ciertos grupos sociales, se sostienen en la necesidad de encontrar explicaciones plausibles a lo que sucede".

Fragmento de Variaciones para educar adolescentes y jóvenes, de Débora Kantor.

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