9/28/2010

Tan cerca, tan lejos

- “Hubo un momento en nuestra vida en que estábamos tan unidos que nada parecía obstaculizar nuestra amistad y nuestra fraternidad, y sólo un pequeño puente de peatones nos separaba. Cuando estabas a punto de cruzarlo, te pregunté: “¿Quieres cruzar el puente para llegar a mí?”. Pero ya no quisiste hacerlo; y cuando te lo volví a preguntar, te quedaste callado. Desde entonces se han interpuesto entre nosotros montañas, ríos torrenciales, todo lo que separa y despoja, y aunque quisiéramos reunirnos, no podríamos. Pero cuando ahora piensas en aquel pequeño puente, las palabras te faltan y sollozas y te asombras” –Brauer dejó el libro- ¿Cómo lo interpretas?

- No estoy seguro – Freud se puso de pie y se paseó ante la estantería mientras hablaba- Es una imagen curiosa. Razonemos. Una persona está a punto de cruzar un puente de peatones, es decir, a punto de acercarse a otra persona, y ésta, de pronto, invita a la primera a hacer lo que planeaba. Pero la primera persona ya no puede hacerlo porque parecería que se somete a la otra: el poder se interpone en el acercamiento.

- Sí, sí, estás en lo cierto, Sig. ¡Excelente! Ahora lo entiendo. Eso quiere decir que Herr Müller interpreta cualquier expresión de sentimientos positivos como una lucha por el poder. Extraña idea: casi imposibilita que se le acerquen. En otro pasaje del libro dice que odiamos a quienes ven nuestros sentimientos de ternura. Lo que necesitamos en este momento no es simpatía, sino recuperar nuestro poder y anteponerlo a nuestras propias emociones.

Fragmento de El día que Nietzsche lloró, de Irvin Yalom.

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